EL MOVIMIENTO INTERIOR: CUANDO LOS RECUERDOS DEJAN DE PERTENECERNOS
El otro día, en una de esas conversaciones al azar con una amiga, reflexionábamos sobre cómo se aceleraba el paso del tiempo a medida que cumplíamos años y cómo se iban desdibujando recuerdos e historias que se diluían en la cuneta de las emociones.
Y esa extraña sensación que recorre el cuerpo al observar fotografías —de momentos felices o no tanto—, que parecen haber sido vividos por otra persona ajena a ti.
Otro rostro. Otra piel.
Algo profundamente humano, que no tiene que ver con un fallo de la memoria, sino con una señal de movimiento interior.
Cada vez que recordamos
algo, el cerebro reconstruye el recuerdo en lugar de
“reproducirlo”.
No ves exactamente lo que pasó, sino una versión actualizada,
influenciada por cómo eres hoy, cómo te sientes y lo que has vivido desde
entonces.
Por eso, cuando cambias
—maduras, sufres, aprendes—, la persona que recuerda ya no es la misma que la
que vivió esos momentos. Así, se siente como si le hubiera pasado a “otra
persona”.
2.
Distancia emocional y cambio de identidad
Cuando una etapa
importante termina (una relación, una etapa vital, un viaje), ocurre una ruptura
en la identidad: ya no eres la versión de ti que estaba en esa historia.
El cerebro organiza la experiencia vital en “capítulos”, y al cerrar uno, se
crea distancia emocional.
Mirar fotos de esa época activa recuerdos de una versión pasada de ti mismo con
pensamientos, rutinas y deseos distintos —lo que puede sentirse casi como
observar a un extraño.
3. La nostalgia y la percepción del tiempo
La nostalgia altera
la percepción: idealiza, difumina, reordena.
Los recuerdos antiguos parecen más ajenos porque el cerebro protege del
dolor o del apego excesivo.
Esa sensación de “no soy esa persona” es una manera sutil de mantener el
equilibrio emocional frente a lo que ya no puedes recuperar.
4.
El yo es dinámico, no fijo
Nuestra identidad cambia
constantemente. En términos psicológicos, el “yo” es una narración
en desarrollo, no una esencia estática.
La persona que vivió ese momento fue real, pero ya no existe exactamente igual,
del mismo modo que tú no eres idéntico a quien eras hace cinco años.
Recordar puede sentirse
como leer un capítulo antiguo de tu propia historia: reconoces la voz,
pero sabes que ya no eres ese narrador.
En resumen
Esa sensación de que los recuerdos dejan de pertenecerte no significa pérdida, significa movimiento interior, crecimiento y que la vida continúa escribiendo capítulos dentro de ti