POR QUÉ NOS QUEDAMOS ENGANCHADOS A DRAMAS EMOCIONALES Y CÓMO ROMPER EL CICLO

 

A lo largo de los siglos la literatura nos ha dejado historias épicas basadas en la creencia de que el amor verdadero debe doler.

Shakespeare y Romeo y Julieta, dos adolescentes que mueren por amor. O eso creemos: en realidad mueren por el odio de sus familias. 
Flaubert y Madame Bovary, atrapada en su adicción a la emoción.
Emily Brontë y Cumbres borrascosas donde el dolor y la pasión se confunden con amor.

Todo un imaginario popular basado en creencias erróneas donde se generan simbiosis entre tragedia y profundidad, amor verdadero y sufrimiento.

La dopamina con afecto.

Foto de Johannes Plenio

Por eso hay muchas personas que siguen atadas a relaciones que duelen. No es por debilidad. Son muchos factores confluyendo bajo la superficie de lo aparente.

Biología, memoria emocional, y sobre todo aprendizaje durante la infancia .

Aprendizajes que te hacen creer que los amores tranquilos son aburridos.

Que amar es sufrir, esperar, resistir. 

Y esa narrativa subconsciente tiene forma de impronta emocional: el cuerpo reconoce el sobresalto, el miedo y la reconciliación como señales de amor.

Lo estable parece vacío.

El drama, en cambio, se siente vivo.



Foto de RDNE Stock Project

Aquí te dejo alguna de las razones por las cuales puedes habitar relaciones disfuncionales que tienen su eco en la infancia

💔Las 7 fuerzas que nos atan al drama

1. Impronta emocional temprana

El primer amor fue una instrucción.

Si hubo intensidad o dolor, el cuerpo lo registró como amor.

🧩 Infancia: si en casa el cariño venía mezclado con tensión o reproches, tu sistema nervioso memorizó que amar es estar en alerta. De adulto, te sentirás más vivo en relaciones inestables, porque el caos te resulta familiar.

Pero si además, tu primer amor de adolescencia, ese que dicen no se olvida, fue intenso, doloroso, traumático, quizá con abusos físicos y emocionales, con toda seguridad se grabó en el sistema nervioso central dejando una impronta que te hace buscar inconscientemente ese patrón tóxico en futuras relaciones para sentirte vivo, viva. 

La creencia matriz aquí es: amor igual a pasión intensa cargada de picos de adrenalina, sufrimiento, traiciones, rupturas, reconciliaciones y promesas de unión eterna. 

Nada más lejos de la realidad.  

2. Apego ansioso o desorganizado

Opera desde:  miedo al abandono, búsqueda de calma, te alejas y vuelves. El ciclo se repite

Cuando alguien se aleja, ese miedo al abandono se activa con fuerza y haces todo lo posible por evitarlo pero ese mismo miedo al abandono hace que sabotees las relaciones saludables. 

No temes el abandono, temes el amor real, porque implica mostrarte sin defensas. 

🧩 Infancia: si tus cuidadores eran imprevisibles —a veces disponibles, a veces no—, aprendiste que el amor puede desaparecer sin aviso. Por eso, hoy te cuesta confiar y necesitas confirmar que no te van a dejar.

3. Refuerzo intermitente

El cerebro ama lo impredecible y vive esperando el premio: un gesto, una palabra, una caricia. Cuanto más irregular es el afecto, más dopamina genera. 

🧩 Infancia: si recibías atención solo cuando te portabas bien o rendías, tu cerebro asoció amor con mérito. En la adultez, te enganchas a las relaciones donde el afecto se gana y no se da y donde se percibe cada reconciliación como una recompensa merecida. 

4. Triangulación y celos

La presencia de un tercero enciende la alarma. Competir por amor se siente como ganar. Se puede adoptar dos roles, el que lucha por el amor, y al que le gusta que luchen por su amor porque se siente amado, amada. 

🧩 Infancia: si tuviste que competir por atención —con hermanos, trabajo, o ausencias emocionales—, aprendiste que el amor es escaso.

O viviste la relación de tus padres donde uno engañaba al otro y el otro miembro de la pareja luchaba para no perderlo, registraste que el amor se demuestra compitiendo. 

5. Sesgo del coste hundido

“Con todo lo que he aguantado, no puedo rendirme ahora. Piensas: “si  lo sigo intentando, lo lograré”, aunque estés perdiendo la salud. Y te quedas. 

🧩 Infancia: si creciste en un entorno donde había que resistir, callar o no molestar, aprendiste que rendirse es fracasar. De adulto, confundes aguantar con amar.

Esto tiene mucho que ver con el siguiente punto

6. Síndrome de la cuidadora

Necesidad de salvar, reparar, ser imprescindible. Tienes la creencia profunda de "mi amor le redimirá". Y amas por los dos.

Empiezas la relación con mucha energía, volcada en las necesidades del otro. Aguantando, justificando, minimizando, olvidándote de ti y de la realidad de lo que te están haciendo, hasta que comprendes algo importante: hay personas que necesitan su herida para sentirse vivos. No va a haber cambio. Solo repetición de patrón. 

Entonces la ruptura es definitiva. 

🧩 Infancia: si tus padres eran fríos o inaccesibles, aprendiste a ganarte el cariño cuidando o complaciendo. Convertiste la responsabilidad en amor. Por eso ahora atraes a personas rotas o distantes porque el rol de "salvador/a" te resulta conocido.

7. Dinámicas narcisistas

Búsqueda de admiración o control para no sentirse vulnerable. En la pareja necesitas brillar y ser el centro sobre el que todo orbite; el otro, la otra, complacerte.

🧩 Infancia: si te educaron siendo el centro de atención de todo, sin límites, complaciendo todos tus deseos aprendiste que tu pareja debe hacer lo mismo.

Si fuiste educado por una figura paterna o materna, con rasgos narcisistas,  pudiste aprender esa forma de funcionar en el mundo y hoy buscas brillar para sentirte querido, querida, o te sometes para no perder la aprobación del otro. O ambas cosas. 

👇Señales de que estás enganchado/a

  • Piensas más en la reconciliación que en el problema.
  • Revisas el móvil como si fuera una ruleta emocional.
  • Justificas faltas de respeto porque “después todo es mágico”.
  • Sientes vacío cuando todo va bien.
  • No puedes soltar, aunque sepas que te hace daño.
  • Sigues manteniendo en tu vida a personas del pasado que te rompieron. Crees que es madurez o amistad, pero en realidad es apego no resuelto.  Mantener esos vínculos abiertos impide sanar. Si no hay cierre real, sigues en repetición.

💪5 palancas para romper el ciclo

  1. Calma primero el cuerpo
    Respira. Duerme. Camina. No tomes decisiones con el sistema nervioso encendido.
  2. Regla 30/30
    30 días sin contacto, sin mirar redes, sin mensajes. Es un detox emocional.
  3. Corta estímulos
    Elimina fotos, recuerdos, conversaciones circulares. Cierra el canal de dopamina.
  4. Escribe tu realidad
    No lo que sientes, sino lo que pasa. Verlo en papel rompe la idealización.
  5. Pide ayuda
    Habla. Busca red. Terapia si lo necesitas. Nadie sale solo de un laberinto emocional

Porque te mereces un amor que te recuerde todos los días la magia de los amaneceres compartidos, y la calma de saber que no necesitas sufrir para sentirte vivo, VIVA