RASGOS POSITIVOS DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL: UNA MIRADA DIFERENTE
Hace ocho años la vida me hizo un
regalo.
Cambió mi rumbo profesional y me acercó de nuevo al mundo de la discapacidad
intelectual.
Y digo de nuevo porque, cuando tenía solo 14 años, hacía voluntariado
con mi hermana en un centro de personas con Síndrome de Down.
Allí aprendí a ver el mundo con
otros ojos.
Soy consciente de que, cuando hablamos de discapacidad, solemos pensar primero en limitaciones, dependencia y barreras.
Y sé que las personas con una discapacidad profunda suelen tener poco margen de
autonomía y requieren apoyo constante.
No ignoro esa realidad.
En este post no voy a idealizar ni a
infantilizar.
Solo quiero aportar otra mirada igualmente real: la de los rasgos
positivos que muchas personas de este colectivo aportan a sus familias y
comunidades.
Estos rasgos no son exclusivos ni
universales, pero sí son significativamente frecuentes. Y reconocerlos
no solo humaniza, sino que también cuestiona un discurso peligroso: el que
sugiere que su vida “vale menos”.
(Al ritmo actual, las personas con Síndrome de Down podrían desaparecer en
2050.)
Mañana se celebra su día internacional, y con él la reivindicación de sus derechos como personas con pleno derecho a ser, vivir, participar y pertenecer. A ser reconocidos y reconocidas por su valor intrínseco como seres humanos y por su capacidad para aportar a la sociedad, también en el ámbito laboral.
Por eso hoy quiero recordar sus
rasgos positivos, los que tantas veces pasan desapercibidos.
1.
Autenticidad: emociones que se muestran tal cual son
En un mundo que a veces parece un
baile de máscaras y narrativas distorsionadas, muchas personas con discapacidad
intelectual destacan por su autenticidad emocional.
Su forma de expresarse suele ser
directa, clara y sincera.
No se esconden.
Y eso nos recuerda algo esencial: ser uno mismo es un acto de valentía.
2. Capacidad de
disfrutar lo sencillo
Vivimos rodeados de exceso de materialidad
dejando por el camino la magia de lo cotidiano, del ahora.
Quienes viven con discapacidad
intelectual suelen tener una conexión especial con el presente:
una risa espontánea, una canción, un abrazo, una pequeña rutina.
Eso es sabiduría emocional.
3. Afecto
genuino y lealtad
Por experiencia personal puedo
decirlo:
qué sanador es estar cerca de ellos y ellas.
Humanizan cualquier entorno.
Las relaciones con muchas personas
de este colectivo se construyen desde una afectividad sincera, sin dobles
intenciones.
Su lealtad y su cariño suelen ser
profundos, honestos y estables.
Algo raro y valioso en los tiempos que corren.
4.
Perseverancia
Cada logro puede implicar un
esfuerzo enorme: aprender un hábito, dominar una tarea laboral, desplazarse por
la ciudad, relacionarse con los demás.
La perseverancia diaria de
estas personas es una lección constante.
Nos enseñan que el progreso no
siempre es rápido, pero sí valioso.
Y que, al final, el proceso es el que nos fortalece.
5. Creatividad
espontánea
El arte, la música, la expresión
corporal o emocional suelen florecer en ellos de forma única.
Muchas personas con discapacidad
intelectual muestran una creatividad sin pretensiones, libre de ego,
libre de expectativas.
Una creatividad que aporta miradas
nuevas a una sociedad que necesita más diversidad, más sensibilidad, más
imaginación y más color.
Salir del gris mental que nos
invade.
En definitiva, su existencia nos
recuerda valores que la sociedad tiende a olvidar:
- la empatía y la autenticidad,
- la importancia del cuidado mutuo,
- el valor de la diversidad,
- la necesidad de mirar el mundo sin prejuicios.
Y, sobre todo, nos recuerdan que el cuidado
forma parte de la condición humana y que la solidaridad es la base de
cualquier sociedad sana.
Mañana, 3 de diciembre es su día. Y mañana es un día para recordar que TODOS ESTAMOS BAIXO O MESMO PARAUGAS


