RECUPERAR LA INOCENCIA

 

Hoy se celebra en mi país —y también en otros países europeos y de Latinoamérica— el Día de los Santos Inocentes.
Un día para reír, gastarnos bromas, difundir noticias falsas y repetir una palabra —inocentada— casi sin pensar.



Sin embargo, el origen de este día fue profundamente trágico.
Nace del recuerdo de una violencia extrema contra los más inocentes, cuando Herodes el Grande, temiendo perder el poder ante el nacimiento de Jesucristo, mandó asesinar a todos los recién nacidos de la región.

Estos niños fueron llamados inocentes porque no tenían culpa, no habían hecho daño, no representaban amenaza alguna.

En su origen, inocencia significa vida no corrompida, no violenta, vulnerable.

¿Cómo pasó entonces de tragedia histórica a paradoja cultural y a la risa?

Durante la Edad Media, muchas fiestas europeas incorporaron rituales de inversión del orden social: por un día, lo serio se volvía burla y lo solemne, juego.

Con el tiempo, el 28 de diciembre quedó asociado a:

  • engaños sin consecuencias graves
  • bromas aceptadas socialmente
  • un permiso colectivo para “romper la norma”

Así nació la inocentada: una mentira sin malicia, donde el engañado acepta —al final— la risa compartida.

El riesgo actual: confundir inocencia con ingenuidad

Hoy vivimos rodeados de desinformación, ironía permanente y cinismo. En este contexto, la inocencia suele verse como:

  • falta de inteligencia
  • debilidad
  • ignorancia del mundo real

Pero esta visión es pobre y peligrosa.
Nos empuja a pensar que solo sobreviven los desconfiados, los duros, los que nunca bajan la guardia.

Desde la psicología se sabe que esta postura defensiva constante tiene un coste alto:
endurece, aísla y agota emocionalmente.

Recuperar la inocencia no es no saber,
sino elegir no dañar.

No se trata de volver a la infancia, sino de integrar lo aprendido sin perder lo esencial.

Desde distintos enfoques psicológicos —la psicología humanista, la psicología del trauma y la regulación emocional— se entiende que la inocencia adulta es una forma de seguridad interna, no de ignorancia.

Recuperar la inocencia implica:

1. Elegir la bondad con conciencia

No porque no sepamos que existe el mal,
ni porque ignoremos lo que nos han hecho,
sino porque decidimos no reproducirlo ni vengarnos.

La psicología muestra que romper el ciclo del daño no es debilidad, sino una forma avanzada de autorregulación emocional. 

2. Proteger la vulnerabilidad

La inocencia reconoce que lo frágil merece cuidado, no explotación.

Esto incluye:

  • proteger la verdad de los hechos frente a narrativas inventadas para sostener egos,
  • cuidar lo que es sensible,
  • no usar la vulnerabilidad ajena como arma.

Desde el punto de vista psicológico, la vulnerabilidad protegida —no expuesta sin límites— es una de las bases de la salud emocional.

3. Reír sin humillar

El sentido original de la inocentada funciona solo cuando nadie sale herido.

La psicología del humor distingue claramente entre:

  • humor que vincula,
  • y humor que degrada.

Cuando la risa se construye a costa del otro, deja de ser inocente.
Se convierte en violencia disfrazada.

4. Decir la verdad sin cinismo

La inocencia adulta es capaz de mirar el mundo tal como es…
y aun así no rendirse al cinismo ni a la cultura de la mentira.

Desde la psicología existencial se entiende el cinismo como una forma de defensa ante la decepción.
Pero vivir ahí empobrece la experiencia humana.

Recuperar la inocencia es seguir creyendo en lo humano sin negar lo real.

5. Practicar la confianza selectiva

La inocencia no consiste en confiar en todo el mundo, sino en no vivir sospechando de todo.

Confiar selectivamente:

  • permite vínculos auténticos,
  • reduce la hipervigilancia,
  • devuelve ligereza emocional.

No es bajar la guardia por completo permitiendo que sobrepasen límites que atenten nuestra integridad personal, es bajar la guardia justa.

Tal vez este día no nos invite solo a reír, sino a preguntarnos:

  • ¿De qué nos reímos?
  • ¿A costa de quién?
  • ¿Qué tipo de “inocentes” produce hoy nuestra sociedad?

Recuperar la inocencia no es olvidar lo que sabemos,
sino recordar quiénes queremos ser y sobre todo vivir sin añadir más daño al mundo, porque en un mundo que premia la astucia sin ética y la falta de valores, ser inocente es un acto de rebelión y resistencia.