EL CAMINO DE SANTIAGO EN TIEMPO DE LLUVIA: UNA METÁFORA DE VIDA

 

De nuevo sentada frente al ordenador, escribo mientras oigo ulular el viento a mis espaldas y  a las gotas de lluvia golpeando en la ventana.

Acabo de hacer mi lista de imprescindibles para volver al Camino de Santiago.

He decidido hacerlo de nuevo. Tres años después, por tercera vez en mi vida adulta.
Una suerte de ritual para cerrar 2025.

Pero esta vez voy a enfrentarme al Camino con tiempo inestable.

El típico en mi tierra a comienzos del mes de diciembre: frío, tormentas, lluvia e incluso ciclogénesis explosivas.
Ojalá esto último no ocurra. El escenario de ramas de árboles cayéndose o volando a mi alrededor me parece un tanto “dramático”.

Mientras anoto lo necesario —impermeables, botas, ropa térmica…— pienso en la simbiosis de este peregrinaje con la vida.

Hasta ahora, mis caminos anteriores fueron en verano, con sol; a ratos abrasador.

Hacerlo en invierno me parece, de algún modo, una metáfora de madurez: aceptar que no siempre se puede avanzar bajo un cielo despejado.

A veces, como en el día a día, hay que enfrentarse a condiciones adversas y, aun así, seguir avanzando.


He escrito antes sobre el Camino.

En 2019  , el de la ilusión: fui con planes. Aprendí que la vida a veces se impone y hay que aceptarlo.

En 2022 , el de la comprensión: sereno, tranquilo, el espejo del alma.

Y en este momento, 2025, llega la preparación: la fase necesaria antes de emprender el viaje.

Organizar el equipo para la lluvia exige otro tipo de conciencia.

Cuando el tiempo está en calma, como en la vida, podemos permitirnos improvisar, disfrutar, relajarnos.

Cuando el cielo amenaza lluvia o condiciones adversas, el viaje exige previsión, atención y humildad. Hay que protegerse.

Esto es lo que llevo en mi mochila esta vez:

  • Chubasquero o poncho impermeable (Gore-Tex o similar)
  • Mochila con funda impermeable
  • Botas de trekking resistentes al agua
  • Pantalones técnicos o cubrepantalones
  • Ropa térmica de secado rápido
  • Bastones de senderismo
  • Gorra bajo la capucha
  • Guantes impermeables
  • Calcetines de lana merino
  • Linterna frontal
  • Bolsa seca interior para documentos
  • Protector para el móvil

Mientras repaso esta lista, me doy cuenta de que cada uno de estos objetos tiene su equivalente emocional.

El chubasquero: los límites que nos protegen

Saber decir “no”, resguardarse del exceso, no absorber todo lo que cae a nuestro alrededor.

Las botas impermeables: la fortaleza interior

No podemos evitar el barro, pero sí decidir cómo pisarlo.
Las botas representan esa base emocional que nos sostiene: autoestima, fe, propósito.

La mochila: lo que pesa y lo que libera

Hay que elegir bien qué llevar a las espaldas.
En la vida pasa igual: los rencores, los miedos, las expectativas y los autoengaños acumulados se vuelven demasiado pesados para seguir avanzando.
Viajar ligero es una forma de inteligencia emocional.

Los bastones: el apoyo que nos sostiene

Hay personas maravillosas, hábitos personales y creencias que son bastones invisibles que facilitan nuestra vida.

La linterna: la intuición que ilumina lo incierto

Guiarnos por esa luz interior que habita en cada uno de nosotros y nosotras.
Escuchar el susurro de la intuición que nos dice el camino que debemos elegir.

Los guantes impermeables: cuidar lo que tocamos

No todo merece nuestro tacto ni nuestra energía.

Hay que aprender a sostener sin aferrarse y a avanzar sonriendo aún con ciclogénesis explosivas.