FELIZ 2026. QUE LO BONITO NO PASE SIN TOCARTE
Aquí estoy de nuevo, sentada frente a mi
ordenador,
a pocas horas de que termine el año.
Mi corazón se acelera por momentos.
No quiero despedir 2025.
Quiero que sea eterno. Como lo deseas cuando amas de verdad.
Aunque lo que amas de verdad
siempre será eterno,
y lo será sin freno.
Al igual que mi dopamina ahora,
corriendo con fuerza por mis venas mientras escribo.
Siento tanto agradecimiento por las experiencias
de este año.
Por el Dios que habita en mí y me sanó.
Por el azul intenso que me devolvió la mirada inocente.
Por el sol tozudo de tierras lejanas,
protagonista de mi renacer.
Por el océano, salado como mis lágrimas,
aceptando despedidas
y celebrando nuevos encuentros.
Por la poesía que me despertó de madrugada.
Y los viajes inesperados.
Y el movimiento constante,
descubriendo el mundo por primera vez,
sintiéndome a ratos en el cielo:
una nube en blanco.
Por la palmera despeinada que me adoptó.
Y la arena del desierto que abrasaba mis ojos
cuando soplaba el levante.
Por el calor sofocante que me devolvió de nuevo al
hogar:
al verde indecente,
a mi océano fuerte, valiente,
como Hércules,
héroe de leyendas, cuna en mi tierra mágica.
Felicidad, sin más.
Gracias, vida.
Y gracias al elefante que entró volando en la
habitación y lo cambió todo para siempre.
Y a ti, que me lees: feliz 2026.
Que lo bonito no pase de largo sin tocarte.
