SER FELIZ by Marta Palacios

Palabras, palabras, palabras. Palabras que potencian. Palabras hirientes. Palabras que hacen llorar, sonreir, elevar, hundir, desconfiar, confiar. Palabras llenas de esperanza. De desesperanza. Palabras que permanecen en lo eterno. Palabras como humo al viento. Palabras. Palabras. Palabras Nuestro mundo se rodea de ellas. Su etimología procede del latín: parábola. Lo que hoy conocemos como narración breve de la cual se extrae una enseñanza moral. Y es que siendo su uso algo universal, desconocemos el poder que contienen para cambiar o afectar nuestra vida y vidas ajenas.  Son muchos los estudios científicos que avalan el poder energético de las mismas. Uno de los más recientes fue el realizado por un grupo de expertos de la Universidad de San Petesburgo y del Instituto biológico de Moscú, donde demostraron en laboratorio como el ADN puede ser modificado por palabras, sonidos, cánticos sagrados.  Quizás a eso se refería la frase del Génesis, En el principi

Desde que nacemos nuestra imagen, nuestro yo soy va construyéndose en función de lo que experimentamos y lo que nos muestran figuras de referencia del entorno. Padres, tutores, profesores, amigos. Si en la infancia hemos sido criticados en exceso, nos han sobreprotegido, han castrado la expresión de nuestro ser genuino, asfixiándolo entre normas y límites no consensuados, sin tener en cuenta nuestra esencia, nuestra opinión.  Con toda probabilidad seremos adultos dependientes. Adultos complacientes.  Situando en el vagón del maquinista las necesidades de los demás, mientras relegamos las nuestras al último compartimento del tren de la vida. Sobre todo, seremos adultos para quienes la opinión de los demás, EL QUE DIRÁN, tendrá una enorme influencia en nuestro estado emocional y más peso que nuestras opiniones.    La sociedad actual no contribuye al empoderamiento. Con la llegada de las redes sociales, el gran escaparate, muchos adolescentes y unos cuantos adulto

Me confieso treehugger, abraza-árboles en el idioma de Cervantes. Soy de ese grupúsculo de personas a las que otros a veces miran con cara de extrañeza cuando en un parque cualquiera de la ciudad abrazamos un árbol como quien abraza a un buen amigo a quien hace mucho no ve.  Es innegable el beneficio de la naturaleza para la salud. Los trajes de asfalto que usamos los que vivimos en la ciudad, nos han desconectado de nuestra esencia.  Matthew Silverstone en su libro, Cegados por la Ciencia, se hace eco de diferentes estudios científicos que demuestran las bondades de esta práctica.  A través de diversos experimentos validados por la comunidad científica se demostró que los patrones vibratorios de los árboles afectan de forma positiva a diferentes comportamientos biológicos del cuerpo.  Según Silverstone,  “Innumerables estudios han demostrado que los niños muestran efectos psicológicos y fisiológicos significativos en su salud y bienestar cuando